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Puebla fue una de las ciudades novohispanas en las que se fundaron mayor número de conventos de mujeres. Entre 1568 y 1748 se erigieron once monasterios de clausura que se integraron de manera particularmente importante en el mundo urbano y dieron cierta originalidad a un complejo entramado social: sus iglesias y edificaciones contribuyeron al ordenamiento simbólico del espacio urbano, su ubicación dio cohesión al asentamiento español a través de los ejes de distribución del agua, de la población de sus inmediaciones y de la economía local y regional, de la cual participaron activamente. Los monasterios femeninos se convirtieron en núcleos en los que se reprodujeron y difundieron hábitos y comportamientos europeos que se fusionaban y adaptaban con costumbres familiares y sociales locales y que, si bien fueron considerados como expresión de civilidad, estuvieron sujetos a cambios y readecuaciones no siempre tolerantes por parte de la Iglesia postridentina.
Rosalva Loreto López