Yo vivo presenta el ciclo completo del día, desde el amanecer a la noche, de un personaje que vive: que siente todos los pequeños actos que componen la cotidianidad como si cada uno de ellos fuese único y especial. La grandeza de la vida está en la importancia de las nimiedades, parece venir a decir Aub. Presentada con una técnica depuradamente impresionista, esta jornada adquiere su trascendencia realmente cuando las circunstancias impiden que pueda repetirse: como señalaba Ayala, es un mundo pretérito que se ha perdido para siempre. Las guerras del siglo XX han acabado con las ensoñaciones vanguardistas; la España de Enrique, el protagonista, ha desaparecido; el gozo de vivir ha sido sustituido por la necesidad de sobrevivir.