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Sin existencias
La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios llegó a la Nueva España en 1604. Atendía ante todo las necesidades físicas inmediatas de los más pobres, partiendo del principio de que se llegaba a las almas mediante los cuidados otorgados a los cuerpos dolientes. En la Nueva España, los recién llegados formaron la Provincia del Espíritu Santo, que comprendía el México actual, Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador, además de Cuba, la costa venezolana y las islas Filipinas. Durante los siglos XVII y XVIII, la Orden Hospitalaria llegó a regir unas 50 casas en su provincia, aunque no todas funcionaron de manera continua. Los religiosos, peninsulares en su mayoría, recibieron en sus rangos a individuos no siempre aptos a ceñirse a las duras reglas monásticas aunque sí dedicados de pleno a la vocación hospitalaria, lo que explica la buena fama de la que gozó la Orden durante la mayor parte se estos siglos. A partir de mediados del siglo XVIII y de acuerdo con las tendencias reformistas impulsadas por los Borbones, los juaninos atravesaron dificultades, igual que las demás órdenes monásticas. Éstas se agravaron al empezar el siglo XIX con la intronización de reformas de corte laico y nacionalista en México que marcaron la desaparición de la Orden de San Juan de Dios. La Orden Hospitalaria hizo su regreso oficial en 1901, intentando reconstruir a partir de cero su antigua provincia. Si bien la Revolución Mexicana interrumpió el proceso, éste se reanudó tan pronto fue posible y hoy en día, la Provincia de Nuestra Señora de Guadalupe, heredera de la del Espíritu Santo, sigue creciendo tanto en México como en Cuba y en América central. A cuatro siglos de su entrada en la Nueva España-México, los hijos del “loco de Granada” siguen atendiendo a los más pobres de los pobres, con especial dedicación a las enfermos mentales.
Solange Alberro